miércoles, 4 de marzo de 2009

La traiciòn



Antes de cumplir dieciocho años, Milagros habìa empezado a llevar a un amigo a la casa, ella estaba terminando el secundario y el era un compañero nuevo de la clase. Los dos estaban entusiasmados con la posibilidad de salir juntos, pero Victoria se interpuso. La hermana menor aparecìa con remeras apretadisimas que le marcaban toda su figura, y se sentaba en medio de los dos, interrogando al candidato de su hermana sobre todo tipo de cuestiones : su tècnica para jugar al rugby, su opiniòn sobre la directora del colegio, su relaciòn con los compañeros del colegio o lo que fuera. Cuando el contestaba, Victoria lo miraba con atenciòn desmedida, mientras Milagros un poco apartada, veìa que sus posibilidades de ponerse de novia disminuìan dramàticamente. Un dìa, èl la llamò por telèfono. Atendio Milagros, y despues de haber hablado unos minutos con ella, le pidiò, sin vueltas, que le pasara con Victoria.



Milagros llorò a mares y le reprochò a su hermana traiciòn, pero Victoria no estaba hecha para la culpa: le dijo que no podìa imaginar que tenìa esas intenciones con el compañero. "Si sabìa, lo hubiera convencido para que se pusiera de novio con vos", le dijo, con crueldad y soberbia.



Nunca màs Milagros volviò a llevar a nadie a su casa. Su hermana, en cambio, llevaba novios de todas clases. No le duraban nada, pero se divertìa y divertìa a sus padres con sus relatos donde ella siempre era la chica atosigada por el amor de los demàs, a quienes tenìa que ahuyentar como moscas
Milagros vivía asustada ante la posibilidad de repetir la misma experiencia lamentable.
Tuvo un novio mucho tiempo después de aquel intento, pero vivía el noviazgo con tanta tensiòn y angustia que terminò arruinándolo. El novio le dijo que querìa terminar la relaciòn y desapareciò.
Milagros llorò y se lamentò durante semanas, pero al final se calmò.



Habìa empezado a leer unos libros de budismo en los que hablaba de la superaciòn del deseo con el fin de evitar el sufrimiento. Era todo lo que querìa escuchar: Si dejaba de desear una pareja maravillosa y decidìa estar sola y tranquila, no iba a tener que sufrir con el inevitable final.




Una noche durante la cena decidió contar su ùltimo descubrimiento a la familia. Carlos, el padre, se alegro y compartió la idea. En realidad lo alegraba verla animada y compartiendo algo suyo en familia. La madre la mirò con preocupaciòn y asombro, y Victoria la ignoro completamente y cambio el tema dejàndola a un lado una vez màs. Pasò a contarles la gran novedad: ella y su novio habìan decidido casarse.

martes, 3 de marzo de 2009

La vida color gris


Milagros llevaba una vida sin alteraciones. Se levantaba a las ocho, desayunaba, se encerraba en su cuarto a estudiar, almorzaba con su madre y salia para la facultad. Volvía a la noche, seguía estudiando, comía con su familia y otra vez a estudiar.



Las cenas familiares eran para ella desesperantes, El padre contaba parsimoniosamente los problemas de la compañía de seguros donde trabajaba . La madre -que desde hace tiempo asistía al padre en los seguros-agregaba anécdotas banales a los relatos. Victoria terminaba siempre monopolizando la conversaciòn, explicaba los avances en sus estudios de abogada, celebraba lo bien que le iba en el trabajo y contaba episodios maravillosos de su noviazgo con Damiàn, un médico prometedor y abnegado. Milagros, sombrìa escuchaba la charla sin agregar palabras. Se esforzaba por sonreír cuando todos lo hacían, o se mostraba atenta cuando contaban algo importante pero no màs de eso. Su familia en pleno, hablaba y se contaban sus cosas pero ella nunca tenìa nada para decir. Volvía a su cuarto frustada y recitaba para si todo lo que podía haber dicho durante la cena. A veces cuando su hermana le recriminaba su silencio permanente ella se desesperaba : "¿ Que querès? A mi las cosas se me ocurren tarde..."



La ùnica persona a la que Milagros querìa de verdad era Mona, su madre. Pero, aùn con buena voluntad y ganas de engañarse, no recibìa ninguna devoluciòn de afecto y vivìa con la angustia interminable de creer que la preferida era su hermana.

Màs de una vez Milagros le preguntò a su madre las causas de tanta desigualdad afectiva, la respuesta fue siempre la misma : "Las quiero a las dos por igual pero con tu hermana somos màs parecidas y por eso nos llevamos mejor"

Milagros protestaba como una novia despechada, y se preguntaba en sus horas de angusta si valìa la pena seguir con sus estudios: habìa elegido la misma carrera que su madre para tener con ella algo en comùn. La estrategia no habìa dado ningùn resultado y Milagros tuvo a certeza de que jamàs lograrìa desbancar a Victoria en la preferencia materna. Mona impresionada con la sumisiòn de Milagros, le decìa siempre para conformarla, que estaba orgullosa de haberle transmitido el amor por la historia.

lunes, 2 de marzo de 2009

Milagros, la virgen


Las dos únicas cosas que a Milagros la hacían sentir orgullosa era su extrema delgadez y su virginidad. Había cumplido 30 años y se sentía una perdedora. Vivía con su familia y estudiaba historia a ritmo lento, no tenia amigos, ni pareja, ni trabajo, se veía fea y sentía que nadie la quería ni nadie la había querido nunca.



La imagen patética que tenia Milagros de ella misma la llevaba a encerrarse en su cuarto a leer e imaginarse el momento en que todo por un milagro divino cambiara "Dios me va a ayudar a salir de todo esto" decía cada vez que alguien le preguntaba por cualquier cosa de su vida.



Su hermana Victoria dos años menor era su contracara, alegre, activa, vanidosa. Se repartía los días entre su casa y la de su novio, trabajaba en una escribanía, ganaba bastante plata, los hombres la perseguían y era la preferida de sus padres. Era contadora y estudiaba abogacìa.


Las diferencias atormentaban a Milagros que pasaba horas planteándose las causas de tanta injusticia, pero creía fielmente en Dios y en los preceptos católicos, 3 veces semana iba a la iglesia a pedir perdón por sentir rencor y envidia hacia su hermana y a pedir por su propia felicidad.



Mona, la madre, sentía pena por Milagros y admiración por Victoria. Nunca imaginó que la vida seria tan cambiante en forma radical. En la infancia Milagros era activa y emprendedora, la arrastraba a Victoria a todas sus andanzas y travesuras. Pero con el correr de los años Milagros se fue apagando a la sombra de su hermana. Mientras esta avanzaba y crecìa, ella se estancaba y se volvía cada vez más oscura.



Carlos el padre trataba de calmar a la madre diciéndole que era normal que la gente evolucionara de manera diferente, pero con el tiempo el también fue desentendiéndose de la hija rara y apegàndose a la hija encantadora.